La alopecia ha sido una preocupación recurrente a lo largo de la historia, motivo por el que se ha trabajado de forma incansable en busca del método definitivo de combatirla. El trasplante capilar, tal y como lo conocemos hoy, es el fruto de una larga y exitosa evolución que se inició hace casi 200 años.
El primer reporte sobre trasplante capilar data de 1822 y se realizó en Alemania, por el Dr Unger, profesor universitario, y su alumno Diffenbach. Los autores realizaron estudios en animales y humanos que calificaron como un éxito, aunque existen muy pocas referencias posteriores a este trabajo.
Los primeros reportes de trasplante capilar “moderno” vienen de dermatólogos japoneses, como el Dr Okuda, a partir del año 1930. Estos autores realizaban cirugía reconstructiva de alopecias cicatriciales por quemaduras en barba o cejas. En sus inicios utilizaban injertos de piel o sacabocados de múltiples folículos. En los años 40, el Dr Tamura evolucionó dichas técnicas empezando a utilizar injertos de un solo pelo, lo que posteriormente se acuñó como microinjerto, muy similar al trasplante capilar actual. Sin embargo, estos trabajos, escritos en japonés y en época de segunda guerra mundial, no tuvieron impacto inmediato.
Durante los siguientes años, la literatura sobre trasplante capilar fue muy escasa. No obstante, en cirugía reconstructiva, se sucedían algunos reportes sobre repoblación de alopecias por cicatrices mediante colgajos o injertos de piel pilosa.
En 1959 el dermatólogo estadounidense Norman Orentreich realizó un pionero estudio en trasplante capilar sobre diferentes tipos de alopecia y descubrió un concepto clave, que iba a revolucionar por completo su desarrollo: la dominancia donante. La dominancia donante se basa en la observación de que los folículos implantados en cualquier zona del cuerpo mantienen la capacidad de regeneración de la zona de la que se extraen (zona donante). Es decir, si implantamos pelo de una zona poblada a una zona alopécica, crecerá el cabello de manera idéntica a la zona extraída, independientemente de las características de la zona receptora (siempre y cuando sea tejido viable). Sin embargo, si implantamos tejido de una zona alopécica a una zona poblada, no se observará ningún crecimiento. Además, Orentreich, observó que este crecimiento era estable en el tiempo, mientras que la alopecia de alrededor seguía su evolución natural.
Este estudio, a nivel teórico, fue revolucionario y abrió camino para los posteriores avances. Esto provocó un aumento de los cirujanos que empezaron a realizar sus primeras intervenciones y durante los años 60 y 70 el trasplante capilar presentó el primer “boom” de popularidad. Sin embargo, a nivel técnico, la extracción se realizaba mediante punch de 4mm. Esto, aunque aportaba un impresionante crecimiento de pelo, presentaba un resultado de aspecto artificial en “pelos de muñeca”, lo que para muchos era estéticamente inaceptable.
Estos fueron los cimientos del trasplante capilar, que permitieron el desarrollo posterior del trasplante capilar moderno, que explicamos en Historia del Trasplante Capilar: Parte 2.
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